La autoestima de una gorda

A veces, que te dediquen una simple sonrisa, te alegra el día. Ya sabeis que no es uno de mis mejores momentos, pero he aprendido a ser feliz con lo que tengo y a apreciar los pequeños detalles de la vida. Llamadme conformista, pero creo que todo lo que nos sucede en la vida tiene un motivo, así que, cuando vienen mal dadas, trato de pelear por salir adelante de la mejor forma posible.

Y, en fin, que me pongo profunday me voy del tema  y no es lo que pretendo, retomo un poco el hilo de que con una simple sonrisa te pueden alegrar el día. ¿Por qué cuando una chica no está acostumbrada a que la miren, al menos a que la miren «de esa forma», cualquier cosa sirve para subirnos la autoestima? ¿Será una vez más, debido a mi absurdo conformismo y a mis ganas de ver siempre el lado positivo de la vida? Pues tal vez, pero cuando un tio que está bueno y que lleva tiempo lanzándote miradas, te quiere invitar a cenar y a tomar algo, mi escala de la felicidad sube casi tanto como mi ego.

Lo curioso es, que me entran tantas ganas de gritar «yupiiii», igual que a los 15 años,  como una vergüenza terrible que hace que me entre la risa tonta y que no deje de pensar en que está bromeando conmigo. Si lo pienso, cada vez que me han dicho algo bonito en toda mi vida, simpre he reaccionado así, con una sonrisa escéptica, en plan «dime lo que quieras que no me lo creo».  Si pudiera volver 10 años atrás cambiaría éso, ojalá hubiera estado más segura de mi misma, seguro que habría aprendido a salir de situaciones comprometidas como la de hoy de una fomra mucho más digna.

Tal vez, si hubiera sido de otra manera, no hubiera formado una corteza que me permitte aislarme del resto, tal vez no sería tan ruda, tan borde y tal vez no saltaría como una leona a defenderme en cuanto me sintiera atacada.

Pero si cambiara, no sería YO.

~ por Morgana en 12 octubre 2011.